La feria del libro en el Instituto Rosario Castellanos, en el plantel Gustavo A. Madero, estuvo llena de conocimiento, anécdotas, análisis e infinidad de letras.

Durante cuatro días seguidos se apreció el deseo y el acercamiento de una comunidad estudiantil, académicos e invitados, deseosos de expandir sus libreros y bibliotecas personales, con gran gama de géneros literarios; novelas de  amor y desamor, de suspenso y terror, ciencia ficción y mundos fantásticos, poesía, ilustración y diversos manuales. 

Libros académicos y especializados, esos que permitieran a muchos estudiantes entender un poco mejor lo que en las aulas se les enseña. Aquellos libros que nutren nuestro conocimiento, nuestros gustos y sueños. Todos acomodados por los colaboradores de diversas editoriales, cómo: El Fondo Nacional de Cultura, editorial Sexto Piso, SP ediciones y algunos más, tanto por tamaños; desde el más grande a los más pequeños, por colores y grandes autores. 

Muchos de ellos en hileras interminables, enormes torres, y montañas que ocupaban minuciosamente cada rincón de aquellas grandes y pesadas mesas, con la única intención de hacerse notar, mostrarse y desfilar ante los ojos de aquellos que paseaban sobre la explanada Valeria, en busca de ese libro tan especial. 

El entorno era particularmente bohemio, por las miradas expectantes de los asistentes que se detenían a leer un poco las sinopsis de los libros, ojear algunas páginas o solo admirar sus portadas. 

Libros modernos y antiguos, tan antiguos que su olor los delataba, así como el amarillo de sus páginas, las cuales narraban los años que llevaban de existencia, los lectores que los habían tomado, o el tiempo que estuvieron expectantes en un viejo librero o en un baúl, no solo de las bibliotecas viejas, sino también, de las casas que les dieron un rincón de resguardo. 

En un espacio al final de aquella carpa instalada que cuidaba los libros y a sus asistentes del pesado sol de abril, ese sol deslumbrante y caluroso de la bella primavera, muchos exponentes de diversos géneros prestaban su voz y experiencias a los visitantes a la feria que se juntaban y tomaban asiento al frente del podio, que consistía de dos sillones y una mesa de centro, decorada por botellas de agua, para calmar la sed e hidratar la voz, para continuar con la conversación, el debate y las pequeñas pero muy nutridas preguntas y respuestas de los expectantes a los conferencistas. 

Durante varios días de esa última semana de abril, diversos panelistas dieron cuenta de su trabajo escrito, siendo algunos de ellos;  el Dr. Cesáreo Tinajero Arenas, autor del libro La Revolución Liberal del Siglo XIX y los Derechos  Humanos; el profesor y catedrático en el Instituto Rosario Castellanos Javier Gamez Chavez, autor del libro Revolución Mexicana y Anarquismo Internacional: Redes Políticas e Intelectuales  entre el Magonismo y el movimiento social de los Estados Unidos, España, Argentina y Cuba (1906-1914), así como la autora Jazmín Ceniceros, perteneciente a la Comisión Nacional de Derechos Humanos, la cuál presentaba el libro Informe sobre la violencia política de Estado en México, entre otros, que difícilmente recuerdo el nombre, y no porque no fueran importantes, sino por la falta de memoria al recordar los nombres. 

Al mismo tiempo en dos carpas anexas se llevaban talleres para las y los alumnos, y todo aquel que deseara acercarse, en ellos se brindaba material para diversas manualidades; pulseras y ojo de Dios, los cuales se dice, tiene un  gran significado espiritual en la cultura Huichol, ya que tiene como objetivo proteger a los bebés recién nacidos, y conforme pasa cada año, le aumentan un nuevo color al tejido. Así mismo, un muralista prestó su habilidad y creatividad, plasmando un mural con la figura ceñida de un zorro, en el que todas y todos podrían comenzar a pintar con diversos colores. 

Finalmente, llegó el viernes, y con él, algunas entretenidas y hasta atléticas subastas, para conseguir algunos libros que se mantuvieron expectantes y fuera del radar de algunos compradores. El término de una semana plagada de gran conocimiento, debate y conversaciones sobre los libros encontrados, comprados y leídos durante esos días. Particularmente no podía faltar hablar sobre una gran mujer, escritora, periodista, embajadora y filósofa, cómo lo fue Rosario Castellanos, nombre que por razones marcadas es el estandarte de la institución que albergó tal evento y que nos permite recapitular el valor de la escritura, los libros y la lectura, la cuál nos permite transportarnos a mundos fantásticos, entender más el mundo desde diferentes trincheras y sobre todo nutrir nuestra mente de conocimiento y anécdotas para el camino de la vida.

Por: Irvin Sánchez